Los portaaviones son increíbles islas de acero desde las que despegan cientos de aviones de combate a diario. En general, se trata de naves de entre 15 y 20 metros de largo, y a nadie en su sano juicio se le ocurriría operar en uno de esos navíos un C130 Hércules de 30 metros de largo y 40 metros de envergadura. Bueno, evidentemente en los años 60s la Marina de los Estados Unidos estaba en búsqueda de nuevas emociones, ya que decidieron probar qué tan difícil sería operar un Hércules desde la cubierta de un portaaviones. La idea era tan descabellada que los oficiales que recibieron la misión pensaron que se trataba simplemente de una broma. En octubre de 1963, con un mar embravecido, un equipo de pilotos rompió todos los récords realizando el aterrizaje más grande y pesado de la aviación naval.



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