—Yo empecé a reunir volúmenes con mis primeras lecturas. Al principio se los pedía prestados a mis padres, ellos eran buenos lectores aunque no siempre tenían los que me interesaban. En muchas ocasiones no se los devolvía, eran de literatura y ellos no deseaban atesorarlos. Sus bibliotecas estaban marcadas por otros intereses: la de mi padre por la filosofía y la de mi madre por el psicoanálisis; sin embargo, para mi fortuna, ella también había cursado la carrera de letras. ”Ya después, a medida que los fui comprando, empecé a crear una biblioteca que se ajustaba a mis intereses. Sin embargo, no he tenido una vocación de bibliófilo. Nunca he tenido esa capacidad de acumulación de lecturas, pero inevitablemente los he juntando. A mí me gusta mucho esa frase de Rodrigo Fresán: "las raíces de un escritor no están en el piso, sino en los muros. Los libros son lo que definen su familia, su genealogía". En muchas ocasiones esa genealogía está unida con su país; por eso, en mi librero hay muchos libros de literatura mexicana. Evidentemente, en ellos también hay una geografía imaginaria que se nutre de las letras latinoamericanas, rusas, japonesas o alemanas.