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ELLA PENSÓ QUE SU NUERA LA HABÍA LLEVADO A UN ASILO... CUANDO SALIÓ DEL COCHE QUEDÓ IMPACTADA...

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Una Historia Increible

ELLA PENSÓ QUE SU NUERA LA HABÍA LLEVADO A UN ASILO... CUANDO SALIÓ DEL COCHE, QUEDÓ IMPACTADA...

Doña Isabel estaba sentada en la cocina, sosteniendo una taza de té entre sus manos temblorosas. Sus ojos se fijaban en la ventana, observando las hojas de los árboles balancearse suavemente con el viento. De vez en cuando, miraba el reloj en la pared y suspiraba tristemente. Una vez más, Juan y Gabriela llegaban tarde para la cena. Ella se sentía cada vez más aislada y triste, creyendo que su hijo y su nuera la estaban evitando. Desde que se mudó a la casa de ellos, después de la tormenta que destruyó su casa, las cosas nunca volvieron a ser iguales. Antes, Doña Isabel vivía sola en su pequeña casa al lado del río, donde mantenía el jardín impecable y las mañanas estaban llenas con el canto de los pájaros y el suave sonido del agua corriente. Pero todo cambió aquel día fatídico. Mientras hacía exámenes de rutina en una ciudad vecina, una tormenta inesperada azotó la región. El río se desbordó, y el agua invadió su casa, destruyendo todo lo que tenía. Cuando regresó, encontró solo escombros y lodo. El impacto fue tal que se desmayó, siendo llevada al hospital, donde fue diagnosticada con un derrame cerebral. Ahora, viviendo con Juan y Gabriela, no podía deshacerse de la sensación de ser una carga.

La desconfianza de Doña Isabel crecía cada día, especialmente después de las conversaciones con su vecina, Doña Guadalupe. "Sabes, querida, mis hijos también empezaron así. Llegando tarde, siempre con excusas. Al final, solo esperaban el momento adecuado para mandarme a un asilo," decía Doña Guadalupe, con una mirada triste. Estas historias alimentaban las inseguridades de Doña Isabel. Pensaba en cuánto había cambiado su vida desde que perdió su casa. Juan y Gabriela siempre parecían ocupados, y sus ausencias prolongadas la hacían sentirse aún más sola. Recordaba los días en que era independiente, cuidando de su jardín y viviendo a su ritmo, sin necesitar depender de nadie. Las horas pasaban lentamente, y Doña Isabel seguía esperando. Cuando finalmente escuchó el ruido de la puerta abriéndose, su corazón se llenó de una breve esperanza, que pronto se transformó en desilusión al ver los rostros cansados de Juan y Gabriela. "Mamá, perdón por el retraso. El trabajo nos exige mucho últimamente," dijo Juan, intentando ocultar el cansancio en su voz. "Está bien, hijo. Ya estoy acostumbrada," respondió ella, forzando una sonrisa. Cenaron en silencio, cada uno inmerso en sus propios pensamientos. Doña Isabel intentaba no mostrar su tristeza, pero la soledad que sentía era difícil de disimular.

posted by smerkovich1p