Vivir más despacio, como si no te persiguiera nadie. Porque eso es vivir. Vivir corriendo, con prisa, sin tiempo de calidad para ti ni para los demás es permitir que la vida te atropelle.

Nuestro sistema nervioso es muy sensible a las prisas. Reacciona pensando que estamos en peligro, que hay una urgencia, y al reaccionar, desencadena la respuesta de miedo y ansiedad. Dispara el cortisol, la hormona del estrés, la adrenalina, tensa nuestra musculatura y afecta a nuestro estado de ánimo, a nuestra salud mental y física.

Nos hemos impuesto un ritmo de vida que no se corresponde con lo que nuestro cuerpo y mente necesitan. Lo hemos normalizado, y este es el gran error. Normalizar implica dejar de cambiar… porque cuando algo es normal, lo dejamos estar. Y no, no es normal andar todo el día corriendo, intentando meter en un día de 24 horas las actividades de uno de 36. Tenemos un estilo de vida mal planteado.

Hoy, en “Esto sí se dice” reflexionamos sobre las ventajas y el placer que supone vivir despacio.