Mendoza, Argentina.

Hacia allí se dirige Lanata con una cifra que da vueltas en su cabeza: hay, en la Argentina 260.000 chicos menores de cinco años con algún grado de desnutrición. Va en busca del hombre que decidió darle pelea a ese flagelo: el pediatra Abel Albino. Lo encuentra en su consultorio, pesando un bebé.

Albino es el creador de CONIN, una franquicia solidaria: hay similares en Paraguay, Perú y Gambia (África). La institución madre está en Mendoza, donde fueron recuperados 900 desnutridos severos y la tasa de mortalidad es cero.
"La única debilidad mental que se puede prevenir, la única que es creada por el hombre, es la del desnutrido", le dice Albino a Lanata.

Entonces, Lanata va al encuentro de Fernando Mönckeberg, chileno, profesor en Harvard, candidato al Premio Nobel y maestro de Abel Albino. Le pide explicaciones científicas: "Cuando el ser humano nace, nace con el total de las neuronas, cien mil millones, que tienen que conectarse entre sí, cada neurona tiene que tener aproximadamente 5000 conexiones. Ese proceso de cableado cerebral es algo que lo proporciona el medioambiente de dos formas: con los alimentos, pero también con estímulos cognitivos y emocionales. No es la pobreza la que me va a dañar mi cerebro, sino que son los factores que la acompañan", le explica Mönckeberg.

"No solamente de pan vive el hombre. Necesita el estímulo, el abrazo, el cobijo. El amor es la bomba atómica que hace posible que se desarrolle esa criatura", agrega Albino.
El creador de CONIN le cuenta a Lanata cómo empezó su lucha, en el Algarrobal de Mendoza: "Me metí en los ranchos y ahí vi, por ejemplo, chicos durmiendo en un pozo en la tierra tapados con perro, porque no tienen ropa de cama, no tienen ropa de abrigo. No tienen estufa. Se tapan con sangre caliente. Vi lo que comen: cuando es tiempo de ajo, comen ajo. Desayunan, almuerzan, meriendan y cenan ajo. Cuando es tiempo de cebolla, cebolla; cuando es tiempo de papa, papa y cuando no es tiempo de nada, nada".
"Lo más difícil que nosotros hacemos en nuestro tratamiento es ver a los niños en las condiciones en las que llegan, desconectados de la vida", le cuenta a Lanata Gabriela Sabio, médica de CONIN.
"La desnutrición es importante porque genera debilidad mental. Un chico desnutrido no podrá educarse, aprender a sumar y a restar, nunca multiplicar y dividir, jamás entenderá el teorema de Pitágoras y en la revinagre vida va a ir a la universidad. Y con él nos quedamos todos. Se queda el país entero", dice Albino.

En su búsqueda, Lanata encuentra también historias que dan aliento. Como la de Gonzalo Forgiarini, que cuando tenía un año fue internado con un cuadro grave de desnutrición le entraban los pañales de un recién nacido, pero ahora está en quinto grado y consigue buenas calificaciones.

"¿Se puede terminar con la denustrición?", le pregunta Lanata a Albino. "Debería ser política de estado. Es posible hacer grandes cosas si uno tiene la cabeza y el corazón borrachos de ideales", es la respuesta.