La Batalla de Moscú, librada entre octubre de 1941 y enero de 1942, fue una de las confrontaciones más cruciales de la Segunda Guerra Mundial. Esta intensa y feroz batalla marcó el primer gran fracaso de la Alemania nazi en su invasión de la Unión Soviética. La Operación Tifón, lanzada por los alemanes con la intención de capturar la capital soviética antes de la llegada del invierno, se encontró con una resistencia tenaz por parte del Ejército Rojo, liderado por el General Georgi Zhukov.

El implacable clima invernal ruso, junto con la determinación y el ingenio de las fuerzas soviéticas, jugaron un papel decisivo en detener el avance alemán. Las duras condiciones meteorológicas congelaron equipos y soldados alemanes, dejándolos vulnerables a las contraofensivas soviéticas. A pesar de las terribles bajas sufridas por ambos bandos, la defensa de Moscú no solo salvó la capital soviética, sino que también cambió el rumbo de la guerra en el Frente Oriental, demostrando que el Tercer Reich no era invencible y proporcionando un impulso vital al esfuerzo de guerra soviético.

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