El filósofo Friedrich Nietzsche destaca las emociones como un elemento crucial para que el individuo se sitúe en el mundo, pues permiten un entendimiento de su conducta en relación con la dinámica de la sociedad a la que pertenece. A mi parecer, su manera de abordar la psique humana está muy adelantada a su época, ya que expone y defiende fehecientemente en sus obras un paradigma que cumple con dos características clave: (a) contextualización y (b) integración. ¿Estás preparado para escucharlas?
00:0001:48 Introducción.
01:4805:49 Emociones, sentimientos y estados de ánimo.
05:4923:30 (1) El contextualismo.
23:3033:38 (2) La integración.
33:3834:33 Conclusión
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Creo conveniente elaborar un pequeño glosario con los términos emoción, sentimiento y estado de ánimo para evitar posibles malinterpretaciones en la audiencia. Por un lado, las emociones se conciben desde un sentido contemporáneo como experiencias individuales o estados complejos de carácter multifactorial que se traducen en cambios fisiológicos y psicológicos que influyen tanto en el pensamiento como en la conducta del sujeto. De hecho, la propia palabra emoción ya es un fiel reflejo de la descripción proporcionada, pues procede del latín emotio: vocablo que deriva del verbo emovere y significa moción, movimiento o impulso. Acorde al psicólogo Paul Ekman, existen seis emociones de carácter primario – i.e., la ira, el asco, la tristeza, el miedo, la sorpresa y la alegría –, así como una extensa amalgama de emociones secundarias – i.e., la vergüenza, el alivio, la conmoción, la celosía, el agotamiento, el desamparo, la euforia, el aburrimiento, la confusión, y un larguísimo etcétera. Aún así, todavía no está del todo claro si las emociones secundarias se pueden entender simplemente como diferentes combinaciones de las primarias o, en adición, habría que tomar seriamente en consideración los contextos socioculturales en los que típicamente emergen. Más adelante, discutiremos acerca del tema en profundidad. Presumiblemente, cabría interpretar las emociones como condiciones más agudas, temporales y venideras, mientras que los estados de ánimo constituyen cuadros de mayor frecuencia, estabilidad, intensidad y duración tales como la satisfacción, la melancolía o la desesperación, pero tampoco es siempre sencillo establecer una clara línea divisoria entre emoción y estado de ánimo. A continuación, podríamos definir el sentimiento como la autopercepción de una determinada emoción por parte del sujeto consciente, es decir, de la expresión subjetiva de una serie de emociones: “siento que no valgo para nada”, “me encuentro un poco nervioso” o “qué contento me pongo cada vez que te veo”. Así pues, una emoción se transforma en sentimiento en la medida en que se toma conciencia de ella en aras de realizar una lectura con base en juicios de valor. Habida cuenta de ello, una misma emoción podría desencadenar diversos sentimientos en función de la persona o las circunstancias en las que sea interpretada – por ejemplo, puede que la alegría despierte amor, o quizás se traduzca en cariño o euforia.