La instrucción de Pablo a los creyentes en Tesalónica fue: “Orad sin cesar” (1 Ts 5.17). ¡Pero, por el ajetreo de la vida diaria, esa puede parecer una orden difícil de cumplir!
La realidad es que Dios diseñó la oración para dinamizarnos, no para agotarnos. En este mensaje, el Dr. Stanley enseña que, cuando la oración se vuelve una prioridad en nuestra vida, cosechamos un sinnúmero de beneficios, como tranquilidad, dirección y confianza.
Como creyentes, la oración es nuestra actividad más provechosa.
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