Durante doce años, Buda vagó por los bosques haciendo diferentes prácticas espirituales y meditando. Y al final llegó el día del regocijo supremo y, sentado debajo de un árbol, se iluminó. Lo primero que recordó fue que tenía que volver al palacio para comunicar la buena noticia a la mujer que lo había amado, al hijo que había dejado atrás y al anciano padre que cada día esperaba que volviera. Éstas son cosas tan humanas que se llevan en el corazón, incluso en el de un Buda.
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