Las pasarelas de madera, construidas con criterios sostenibles, se extienden a lo largo de 6,7 kilómetros. Algunos son tramos llanos y otros en escaleras, y se unen a través de una serie de pistas para alargar la caminata hasta los casi 12 kilómetros completos. Para trazar el recorrido se han rehabilitado dos puentes, uno de ellos el famoso Ponte do Ribas, y se han construido tres nuevos colgantes. Antiguos molinos y viejas fábricas textiles entretienen el camino por pistas y pasarelas. Recuerdos de aquellos tiempos en que estos se nutrían del agua del río Mondego y sus afluentes y daban prosperidad económica al municipio de Guarda. También se ven lugares únicos, como el mirador do Mocho Real y la gran cascada de Caldeirão, bautizada con el color rosa por el color que adquieren sus piedras y con sus aguas despeñándose desde un abismo escarpado. Como se trata de una ruta lineal, el itinerario puede empezar en cualquiera de sus dos extremos: la aldea de Videmonte o el embalse de Caldeirão, ambos situados a un par de horas de Salamanca y dotados de un aparcamiento para dejar el coche. Hay una tercera opción, de 2 kilómetros, con acceso desde Vila Soeiro, que pasa por la central eléctrica y lleva hasta el puente colgante de Engenho do Pateiro. Una versión más corta parte de Videmonte y recorre los 2 primeros kilómetros, hasta Açude dos Trinta. Una vez concluida la ruta, existe la posibilidad de regresar a por el vehículo en taxi.
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