El Señor ha puesto en las manos de los docentes una gran responsabilidad: cultivar la mente y el corazón de los niños y los jóvenes, prepararlos, educarlos para la vida.
Cristo fue el más grande maestro. Él, acompañado de sus apóstoles, impartía el mensaje de Dios y regaba la semilla del bien, dando ejemplo de vida y amor entre los hombres. Digno es, pues, imitarlo y estar a la altura de esa gran responsabilidad que Él ha puesto en cada uno de los educadores