Trajes de policía, soldado, mecánico o bombero para él y azafata, enfermera, o también de policía para ella son uniformes que suelen considerarse atractivos y que pueblan el imaginario de gente de muy distintos lugares. Pero en Helsinki, la capital de Finlandia, nos encontramos con un verdadero ejército de hermosas y uniformadas marineras.
Algunos psicólogos que han estudiado el fenómeno creen que en el caso de los militares, el uniforme se asocia automáticamente en el cerebro con una sensación de fuerza y poder, al igual que sucede con los superhéroes, mientras que el traje de los marineros remite a un encuentro casual.
Pero, sea cual sea el uniforme, todos transmiten una imagen de cierta confianza, ya que apelan a una tradición común entre quien lo lleva y quien lo ve, de manera que puede generar una sensación de responsabilidad y madurez.
Sea como sea, los uniformes constituyen un juego que muchas veces puede ayudar a motivar una relación. Estas vikingas de hoy no son más que una reminiscencia de un pasado glorioso que es bueno recrear y recordar con sus bamboleares anatomías.
Los vikingos eran famosos por ser expertos navegantes y exploradores, capaces de surcar los mares del norte de Europa y más allá, con una destreza y audacia sin parangón. Su fama se basaba en varios aspectos:
Desarrollaron embarcaciones robustas y versátiles, como los drakkars, conocidos por su velocidad y capacidad para navegar en aguas turbulentas.
Poseían un profundo conocimiento de la navegación, utilizando las estrellas, el sol y otros indicadores naturales para orientarse en mar abierto.
Eran hábiles remadores y veleros, capaces de navegar con eficacia incluso en condiciones climáticas adversas.
Llegaron a lugares remotos como América del Norte, 500 años antes que Colón, Islandia, Groenlandia, las Islas Británicas, Rusia y el Imperio Bizantino.
Sus viajes tenían diversos propósitos, desde el comercio y la búsqueda de nuevas tierras para establecerse, hasta la incursión y el pillaje de asentamientos ricos.
Sus exploraciones ampliaron el conocimiento geográfico de la época y dejaron un legado duradero en la historia y la cultura de muchas regiones.

Hoy el día para estas poderosas vikingas del presente comienza con el desayuno, a veces bastante fuerte. El almuerzo se come entre las once y la una del mediodía, y en los sitios de trabajo no dura más de una hora.
La cena se sirve en los hogares entre las cinco de la tarde y las seis, y en los restaurantes puede comenzar entre las siete y las ocho.
Salir a cenar más tarde entraría ya en conflicto con los horarios de las cocinas y conviene consultar los horarios al reservar mesa. Los espectáculos suelen comenzar a las siete de la tarde y los restaurantes ya están llenos a las diez de la noche.
La importación y el comercio de vinos y otras bebidas alcohólicas está en gran medida en manos de Alko, una empresa estatal cuyos comercios tienen el monopolio de las ventas minoristas.
No vas a poder comprar alcohol en las tiendas y supermercados tradicionales y eso es algo que debes tener en cuenta.
En cuanto a la diversión, si es que para ti noche debe ser sinónimo de ella, no es Finlandia precisamente un lugar convocante. Aunque veas grupos de jóvenes en las filas de las discotecas y algunos pubs, el ambiente es tan relajado como puedas imaginar.
Los bares y clubes de Helsinki se concentran al suroeste del centro en los distritos de Kamppi y Punavuori, pero hay más bares al sur de la estación de ferrocarril y al norte del centro en el distrito de Kallio.
Los locales son grandes aficionados al concepto restobar, muchos comienzan la noche como restaurantes y se transforman en bares y discotecas a medida que avanza la noche.
Todos los locales cierran muy temprano durante los fríos y oscuros inviernos, pero la mayoría permanecen abiertos mientras haya clientes que necesiten ser atendidos.
Si quieres serán marinero aventurero alguna vez, creemos que no debes olvidar la opción de venir a navegar por Helsinki. Eso, sí, hazlo de junio a agosto, en verano, porque de lo contrario solo encontrarás nieve, un cielo oscuro y marineras enfundadas en ropa.

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Soy Gustavo Llusá, argentino, después de viajar durante varios años por más de 70 países me establecí en Letonia donde me casé con Dace y aprendí a conocer otra forma de vida, del otro lado del mapa.

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