La historia de San Pablo comienza en una ciudad vibrante y cosmopolita llamada Tarso, situada en la región de Cilicia, en la actual Turquía. Tarso no solo era un centro de comercio, sino también un importante centro de aprendizaje y cultura, donde convergían influencias griegas, romanas y judías.

Fue en este entorno multicultural que nació Saulo, alrededor del año cinco después de Cristo, en una familia judía de clase alta. Sus padres eran judíos fariseos, miembros de una de las sectas más rigurosas del judaísmo, conocidos por su celo por la Ley Mosaica. Desde temprano, Saulo fue inmerso en una educación rigurosa. Como ciudadano romano, tuvo acceso a privilegios y oportunidades que pocos judíos poseían.

La ciudadanía romana no solo le confería un estatus especial, sino también garantías legales que más tarde serían fundamentales en su vida. A pesar de los beneficios romanos, su educación fue profundamente judía. A los trece años, edad en que un joven judío se convierte en bar mitzvá, Saulo fue enviado a Jerusalén para estudiar bajo la tutela de Gamaliel, uno de los rabinos más respetados de su tiempo.

Gamaliel era conocido por su sabiduría y moderación, y su enseñanza formaría la base del conocimiento teológico y jurídico de Saulo.